En julio del 2022 la expresidenta de la República, Laura Chinchilla Miranda (2010-2014), anunció su renuncia del Partido Liberación Nacional (PLN), al considerar que dentro de la agrupación verdiblanca no existían las condiciones para seguir librando sus luchas. Tres años después, en entrevista exclusiva con Revista Dominical, la exmandataria afirmó que su decisión fue la correcta, ya que dio impulso a cambios necesario en tiendas liberacionistas.
La expresidenta celebró que el PLN realizada una convención abierta para elegir a su candidato presidencial. Además, aunque prefiere no posicionarse por el momento en temas partidarios ni anunciar su apoyo a ningún candidato, rescató que Álvaro Ramos es un hombre “de gran integridad y profesionalismo que representa una nueva generación“.
A continuación le ofrecemos tanto la entrevista completa en formato videopódcast, como el extracto de la conversación en la que la exmandataria se refirió al PLN y a las elecciones de febrero del 2026. Para encontrar las ediciones más recientes de La entrevista del domingo visite nacion.com, el canal de Spotify o el canal de Youtube de La Nación.
— En 2022 usted renunció al PLN luego de que la cúpula liberacionista se negara a separar al exdiputado y secretario general Gustavo Viales de su cargo, quien fue cuestionado por haber visitado el condominio donde fue detenido un presunto narcotraficante en la zona sur. ¿Percibe que ha cambiado algo en el PLN desde su salida?
— Sigo creyendo que la decisión que yo tomé fue la correcta. Creo que, en entre otras cosas, obviamente no fue el único factor, pero en algo esa decisión mía contribuyó para que fuera creciendo la presión interna dentro de Liberación, para introducir algunas reformas y cambios.
“Esa decisión mía le dio impulso a grupos alternativos, gente más joven, para enfrentar esta lucha de un cambio generacional que el partido necesitaba. Esto no significa que quienes acumulan experiencia no siguen haciendo lo suyo, que es aconsejando, acompañando.
“Yo creo que la decisión fue la correcta: ayudó a que se precipitaran algunos esfuerzos en esa dirección; y sí creo que han habido esfuerzos, y los aplaudo. Se tomaron decisiones. Por ejemplo, separar del directorio político a figuras que, de alguna manera, ya la gente decía ‘es más de lo mismo’.
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“Se defendió, que fue algo muy importante, una convención abierta, y ganó un candidato por una diferencia abismal de votos. Los costarricenses pueden tener diferencias de pensamiento con él (Álvaro Ramos, candidato liberacionista), pero tenemos que reconocer que es un hombre de gran integridad y profesionalismo que representa una nueva generación.
“Aún cuando sigo fuera de Liberación, yo reconozco que han habido esfuerzos importantes. A esto agrego que sí mantengo conversaciones con gente del PLN, pero también de muchos partidos. Después de que yo renuncié se generó un efecto que yo no esperaba: más y más gente se empezó a acercar a mí para hacerme consultas sobre temas de la vida política nacional. Esta casa está abierta para cualquier persona, de cualquier extracción política, y así lo he hecho”.

— ¿Como ciudadana particular valora apoyar la candidatura de don Álvaro Ramos?
— Yo todavía no he querido referirme a temas de política partidaria. Mi aporte está más dirigido a escuchar a distintos actores políticos, a no parcializarme en esos términos partidistas, apoyar todos los esfuerzos que desde muchos flancos de la comunicación y de la narrativa están buscando defender la democracia y el Estado de Derecho. Me mantendré en esa posición por algún tiempo.
— Más allá del PLN, ¿en qué están fallando los partidos y los líderes políticos democráticos en darle una lucha a los liderazgos personalistas y populistas en toda América Latina?
— Yo no creo que la crisis de la política que se está viviendo sea exclusivamente culpa de la política, porque si partimos de esa premisa, eso supondría que para poder arreglar el tema de la democracia, vamos a tener que dejar exclusivamente la tarea en manos de los políticos.
“Este es un momento que nos llama a la reflexión, a la revisión y a la acción colectiva, tanto de políticos, por supuesto, pero también del sector corporativo, de los medios de comunicación, de la sociedad civil en su conjunto, y de muchos otros organismos más. En el fondo la gente está votando por estos personajes como una forma de protesta, como una forma de hartazgo, como una forma de reaccionar ante este sentimiento colectivo de agobio, de incertidumbre.
“La clase política, por supuesto, tenemos una cuota de responsabilidad. Pero en el fondo, lo que quiero decir es que hay que actuar colectivamente frente al desafío de los liderazgos populistas. La empresa privada tiene un papel que jugar, los medios de comunicación, los políticos...
“Hay que desarrollar dos tipos de acciones: una reforma del Estado donde nos comprometamos a darle al Estado más posibilidades de ser eficiente y quitar una serie de amarras burocráticas absurdas. Ojo, no es la ‘ley jaguar’, no es eliminar la institución que me incomode, es hacerla más racional en la forma en que ejerce su función.
“Si hacemos un Estado más eficaz, más eficiente, sin sacrificar controles necesarios, creo que podemos satisfacer una parte de esa frustración ciudadana.
Por otro lado, tenemos que abrir más espacios a la participación de los ciudadanos. (No podemos) pretender que la democracia se siga alimentando solamente con las formas tradicionales de representación, a las cuales ya me referí y que siento que están desacreditadas. Los partidos políticos y los congresos son los más desacreditados en todo el mundo en democracia.
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“Seamos capaces de abrir espacios a democracias más participativas. Ahí los populistas nos están ganando la batalla. Están movilizando a la gente procurando que no cuestionen. Tenemos que arrebatarles esa capacidad de convocatoria y movilización. Tenemos que producir ciudadanos que sean capaces de cuestionar, dialogar y criticar al gobernante”.

— Usted señaló la necesidad de generar en colectivo. ¿Ha valorado unirse a la coalición Agenda Viva, que se declara apartidista?
— Ellos tuvieron la cortesía de invitarme, tanto en sus inicios como en el día de la presentación pública. Sin embargo, considero que una figura como la mía, de expresidenta, puede distraer el esfuerzo que estos grupos están tratando de transmitir de que son legítimamente colectivos, que detrás de estos esfuerzos no hay nadie que los esté manejando o manipulando.
“Las figuras de un expresidente tienden a ser tan fuertes, que probablemente en lugar de haber salido imágenes de diversidad durante la presentación pública, habría salido mi figura, y eso habría sido suficiente para que la gente concluyera: ‘se trata entonces de esta señora’, y no de esfuerzos colectivos legítimamente articulados desde la sociedad civil.
“Yo les agradezco mucho, estoy a las órdenes, si en algún momento quieren contrastar criterios, quieren aportes muy específicos en algunos temas, yo con gusto se los doy, pero yo no tengo por qué estar apareciendo.
“Primero, porque no ando en búsqueda de posicionar mi imagen en nada. Muchísimo menos de retomar una carrera política. Mi única misión hoy en Costa Rica es tratar de darle más fuerza y respaldo a todas aquellas voces que hoy se están atreviendo a cuestionar al gobernante con la única intención de hacer cada vez más visible los riesgos que corre nuestra democracia”.
— Como última pregunta, me gustaría consultarle si usted se arrepiente de alguna decisión que haya tomado durante su administración o incluso se arrepiente de haberse postulado a la Presidencia.
— Claro que hay cosas, es normal, los presidentes somos seres humanos, personas de carne y hueso. Lo que no dudaría jamás es en haber abrigado con el mismo compromiso e ilusión la postulación a la Presidencia de la República. De eso nunca dudé.
“Pero sí de decisiones, cosas que dije o cosas que dejé de hacer también. Cuando veo la forma en que están comunicando estos nuevos personajes, yo jamás haría una comunicación divisiva, desinformando, diciendo mentiras, poniendo a los costarricenses a pelear entre sí, pero sí que me gastaría una buena plata en comunicación.
“El mayor error de mi administración fue haber subestimado el valor que tiene la comunicación a la hora de gobernar. Era previsible que si nosotros no contábamos nuestra historia, iban a ser los adversarios, aquellos que no nos querían, los que iban a ganar en la narrativa, y así terminó pasando”.